La ciudad de Doral, en Florida, conocida por su vibrante comunidad venezolana, atraviesa una transformación silenciosa pero profunda. Las recientes redadas migratorias y el endurecimiento de las políticas de deportación han provocado un éxodo que se refleja en calles vacías, negocios en crisis y viviendas desocupadas

Uno de los símbolos de esta situación es El Arepazo, restaurante emblemático entre los venezolanos de la zona. Su dueño, Alexis Mogollón, observa cómo las ventas han caído a niveles históricos. “Casas vacías, arepas en riesgo y desesperación”

La comunidad, que alguna vez llenaba plazas, escuelas y locales comerciales, ahora enfrenta el temor constante de ser detenida. Muchos han optado por abandonar la ciudad o mantenerse en perfil bajo, afectando no solo la vida social, sino también la economía local. Las casas que antes se rentaban con facilidad ahora permanecen vacías por meses

Este fenómeno no solo es resultado de las redadas, sino también del vencimiento de permisos temporales y la falta de opciones legales para regularizar la situación migratoria. Doral, que llegó a tener cerca de un 40% de residentes venezolanos, se ha convertido en el reflejo de una política migratoria más estricta que está redefiniendo el paisaje urbano y humano de la ciudad.